Un drenaje quirúrgico se puede definir como tubo de mayor o menor calibre que se inserta en la piel después de una cirugía, con la finalidad de ayudar a retirar el exceso de líquido (como sangre y pus), que en caso contrario podrían acumularse en la zona intervenida dando lugar a múltiples complicaciones.
En esencia las negligencias médicas más habituales relacionadas con los drenajes quirúrgicos son dos. De un lado las referidas a su mala colocación y, del otro, las referidas a las infecciones que pueden producirse en el mismo.
Por lo que se refiere al primer grupo, la incorrecta colocación de un drenaje hace referencia a aquellos supuestos en los que, por impericia, el drenaje no resulta colocado como debiera, lo que puede dar lugar a diversas complicaciones tales como enfisemas subcutáneos, celulitis, incorrecto funcionamiento…
Por lo que se refiere al segundo grupo, esto es, posibles infecciones relacionadas con los catéteres quirúrgicos. Debe partirse de una cuestión relevante, como son las infecciones nosocomiales (infecciones adquiridas durante la estancia en un hospital y que no estaban presentes ni en el período de incubación ni en el momento del ingreso del paciente). En los hospitales, es una cuestión de conocimiento general, habitan comunidades de bacterias y otro tipo de patógenos (en muchas ocasiones con gran resistencia a los tratamientos), que suponen un riesgo para la salud de las personas que permanecen ingresadas. En este contexto, los pacientes que además presentan una vía de entrada directa a su organismo, como es el drenaje quirúrgico, requieren una especial vigilancia, para prevenir o en su caso diagnosticar precozmente una infección del mismo, prestándose especial atención a la existencia de fiebre, enrojecimiento y calentamiento de la piel que rodea el catéter… Pues de lo contrario, la situación puede dar lugar a una infección de carácter grave.