La hepatitis es una enfermedad inflamatoria que afecta al hígado. Tradicionalmente se considera que su origen puede ser de diversos tipos: infeccioso (viral, bacteriana, etc.), inmunitaria (por autoanticuerpos, hepatitis autoinmune) o tóxica (alcohol, sustancias tóxicas o fármacos). Existiendo virus específicos que solo provocan hepatitis (existen muchos virus: A, B, C, D, E, F y G), los más importantes son los virus A, B, y C; en menor medida, el D y el E.
Las formas tradicionales de trasmisión venían constituidas esencialmente por las relaciones sexuales sin protección y entre consumidores de drogas por vía intravenosa.
Sin embargo, de unas décadas a esta parte, otros tipos de contagio se han tornado importantes: los que se tiene lugar en los centros sanitario, por una incorrecta asepsia del material empleado, por negligencia médica del personal o por trasfusiones sanguíneas.
En este sentido, resultó especialmente sonado el caso acontecido en el año 2004 en el Hospital Fundación Alcorcón, en el que varios pacientes resultaron contagiados como consecuencia de que un enfermero pinchó un envase multidosis con una aguja que había entrado en contacto con la sangre de una enferma que tenía el virus de la hepatitis C, infectando todo su contenido. Todos los enfermos a los que suministró este suero resultaron contagiados. En concreto, el suero se utilizó para sellar unos catéteres denominados port a catch, un mecanismo que se implanta bajo la piel a los pacientes que deben recibir medicación por vía intravenosa o extraerles sangre con regularidad. El catéter evita que cada vez haya que pinchar en vena al enfermo. Cuando el port a catch no se utiliza, es rellenado con una mezcla de suero y heparina, un anticoagulante que evita que se tapone el catéter. El relleno del port a catch con suero contaminado con el virus de la hepatitis C fue lo que causó el contagio.
Aunque se trató de un caso muy llamativo (en el que todos los pacientes fueron indemnizados) por suerte, no suele darse a menudo. En cambio, los contagios como consecuencia de una inadecuada asepsia y sobre todo por no realizar una correcta anamnesis a donantes de sangre (y errores en el cribado a la sangre donada) suelen darse con mayor frecuencia.
En última instancia debe destacarse que el daño que constituye el contagio de hepatitis es lo que en términos jurídicos se conoce como un daño continuado, lo que se traduce en que el computo del plazo de prescripción es distinto al de la norma general (un año desde que se conoce el alcance de las secuelas), posponiéndose el computo del plazo de prescripción hasta la producción del resultado definitivo (lo que puede demorarse años).